02/04/2023
No podría soportar que mi hijo muera antes que yo, sentiría la vida como una condena, no querría vivir. Ella tiene ojos oscuros, cabello negro, labios hermosos y nariz pequeña. Es muy bella pero esa belleza se convierte en halo de angustia mientras me habla de la posibilidad de perder a su único hijo, ya casi adolescente. Sus lágrimas brotan de repente. Le digo, mira mujer que tu hijo vendrá hoy después de clase y me mira agradecida, sonríe y se va con su belleza luminosa dejando el café a medias. Tiene una mañana densa de trabajo. Cuando me quedo solo observo el televisor del bar, un ara enorme presidiendo las conversaciones avasalladas cuando el grifo penetra en la jarra de leche para calentarla de manera estruendosa e insoportable.
En el televisor, solo Ana Obregón. La portada del Hola se ha convertido en un aeroplano de ondas que recorre todos los estudios, aterriza en los ojos de los presentadores, los labios de los tertulianos, en el pantallón del fondo donde ruge la actualidad que ahora ocupa esa antigua musa algo cándida y pícara. En el Hola sale con gafas negras (por qué esconden tanto los famosos sus ojos), una sencilla chaqueta blanca, y su niña en los brazos oculta por un gorrito rosa que despierta cualquier alma infantil. Está en la puerta del hospital de Miami, en una silla de ruedas, y aunque la foto parece robada es tan perfecta que ha debido de tener muchas horas de preparación. Esa foto es el epicentro del extraño maridaje del corazón y la política, porque la noticia del vientre de alquiler ha obligado a los políticos a dar la cara, y a los expertos en el corazón a desempolvar los viejos ficheros de una musa que antes fue dolor y hoy se hace vendaval.
Nada más duro que una madre pierda a su hijo, como dije, y por ello mi respeto a lo que Ana Obregón haya buscado: mantener una línea genética, volver a sentir la felicidad, creer que un rastro futuro de su hijo que murió vuelve a sus manos y se aloja en el corazón, como se alojó el primero. Mi respeto a la mujer y a su dolor. Pero aquí hay algo más que una historia personal y no podemos olvidarlo.
Riqueza, hambre, pobreza, dolor, tristeza, miseria envuelven a quien lleva un ser en sus entrañas y tiene que venderlo. Que el objeto de un contrato sea vender a un ser humano no me gusta nada. Dinero, vida humana, transacción, y luego mafias y después la horrenda miseria vendiendo lo más sagrado. ¡Vendo niños gestados por mujeres pobres! Aggg, terrible, los impíos mercaderes de casi todo acechan siempre, si les abres una puerta, pasarán. Por otro lado, qué bonito, he aquí el cuento de hadas de los ricos y famosos: Bosé, Riki Martín, las Kardashian, Elton John, París Hilton...Es la punta del iceberg de una realidad llena de miseria, dolor, humillación, injusticia, mafia, angustia y soledad.
Fotografía: revista Hola
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