19/02/2023
Desde que en marzo de 2003 comenzó el recuento de violencia machista han muerto cerca de 1800 mujeres. Más que con la violencia etarra. Eso marca la realidad con una circunstancia excepcional, y por tanto requiere soluciones excepcionales. Eso en primer lugar. Desde lo jurídico a lo formativo pasando por la penosa percepción social. También la crudeza del dato requiere algo necesario en los grandes problemas: la unión de quienes quieren y pueden arreglarlo. En este sentido dos cuestiones son muy negativas: la división en el feminismo entre el histórico, cercano al PSOE, y el radical, envuelto en los gestos y soflamas de dirigentes como Irene Montero e Ione Belarra, y la tozudez en aceptar que la excarcelación y revisiones de penas a la baja de los agresores es producto de una realidad jurídica, y no solo de una percepción machista de los jueces. Al cabo estos estudian y aplican la ley, y cuanto mejor sea ésta, más difícil será que impere la subjetividad del juzgador.
No niego los elementos positivos de la ley del "solo sí es sí", como son establecer como básico el consentimiento en los delitos sexuales, o eliminar la distinción entre abuso y agresión sexual. También que refuerza actuaciones para fortalecer la investigación de los delitos sexuales, y que insiste en medidas de prevención y sensibilización, pues el entorno social sigue siendo un problema añadido para la víctima. Por ello la ley promueve la sensibilización en el ámbito educativo, sanitario, de servicios sociales, jurídico, institucional....
La prevención, comunicación, sensibilización...son tan importantes como las penas, pues favorecen que la víctima pueda enfrentarse mejor a su difícil realidad posterior a la agresión. Pero el entorno social infiere mucho sobre ella, por tanto que impere la sensación de que como consecuencia de esta ley les sale más barato el delito a los agresores es muy negativo. El Código Civil valora el entorno social para la aplicación de las leyes, y en este caso los datos requieren un aumento de penas más que un descenso.
En nuestra realidad política hay algo que apenas existe, y que la dignificaría: el reconocimiento del error. Si el refrán castellano dice "de sabios es rectificar", o una máxima latina "errare humanum est", en este asunto persiste otra del castellano antiguo: "sosteneya y no enmendaya". Esa expresión se refiere a quien mantiene con obstinación sus errores por creer que corregirse desvelaría su torpeza, los cuales se mantienen a costa de causar daño o perjuicio. La frase definía el honor de los antiguos hidalgos que se veían obligados a no retractarse y a batirse una vez que habían desenvainado la espada, situación que me rechina en los miembros y miembras de Podemos.
(Fotografía diario El País)
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