08/01/2023
Dios me libre de defender a Sánchez, o a cualquier otro presidente, pues en la balanza de sus decisiones, que el tiempo hace emerger, está la mayor defensa o ataque de su controvertida realidad. A Zapatero no lo echaron los guerreros mediáticos que pretendían rasurar sus cejas, sino el no haber leído a Galbraith y saber que enfrente de sus ojos azules se estaba gestando una depresión producto de la falta de control del exceso especulativo del sistema. Rajoy no salió de un restaurante madrileño para volver a su poco atrayente trabajo -aunque con un sueldo excelente- de Registrador de la Propiedad por los sermones, burlescos e ingeniosos, del Gran Wyoming, sino porque en su balanza pesó más la inacción frente a la rebeldía independentista, y la imagen que se dio al mundo en la represión del referéndum ilegal, que una buena gestión económica -contradictoria con sus promesas de bajada de impuestos- de saneamiento (aunque dejó en la estacada a pobres y endeudados). Aznar hubo de seguir la senda del jarrón chino (como dice González que son los expresidentes) porque pesó más en la balanza el terrible error de buscar una preeminencia internacional en una guerra innecesaria. La foto de las Azores abrió la puerta de salida más que ese fuego enemigo mediático que debilitaba aún más su escaso carisma.
Felipe González, a quien la historia cada año vuelve más grande, como dice Sergio del Molino en "Un tal González", no salió de la Moncloa por aquella cultura de la crispación que desveló Luis María Ansón desarrollada por una centuria periodística, quienes "al subir el listón de la crítica" llegaron a tal extremo "que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado", sino porque la corrupción se le fue de las manos en esa última etapa. Estuvo incluso a punto de ganar esas elecciones, pero pesó más el "odor corruptus" que su vitola de dirigente que llevó a España a la modernidad europea.
A Pedro Sánchez no lo derrotarán las brigadas mediáticas que lo trajinan desmereciéndolo, descalificándolo entre un "absoluto egoísmo y una más terrible depravación política", sino el resultado de sus arriesgadas decisiones, cómo pesan en el tiempo en la balanza de sus hechos. Su "foto de las Azores", es la del acuerdo para gobernar con los independentistas. Si estos perciben que son parte del juego democrático de una mayoría, y no vuelven a destrozas las reglas, a romper la baraja, como en el pasado, el riesgo de su apuesta descenderá y podrá venderlo como un hecho de normalidad democrática. La balanza, como siempre, está en el acierto o error que el futuro desvela. Ese es el verdadero juez, y hay que tener en cuenta que en política los errores siempre se pagan y los aciertos siempre se cobran. Lo demás es puro espectáculo.
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